El otro día volví a sentar- me a la mesa en el restau- rante Estevet. Hacía un montón de años que no iba: desde que la etapa de Jordi Suñé había caído en una decadencia insoportable. Me encantó comprobar que casi todo el perfil y el aroma ambiental permane- cían: hoy es una hazaña. Me asaltó una catarata de recuerdos: las pinturas aportadas en pago por la cuadrilla que arracimaba
el marchante Xifré Morros, la voz metálica y achulada del camarero Manolo, el cartel de la Chunga que había portado Paco Rebés; y la mesa del fondo, en la que se apretujaban los asiduos Maspons, Català-Roca, Corberó, Chichu Regàs, Marcel Bergés, Xavier Carles Toldrà, Bechtold, Ismael Balañà, Miserachs, Marc Aleu, Gardy Artigas, amén de las exóticas modelos extranjeras que descubría el envidiado Maspons.
Algunos de los mentados aparecen inmortalizados en unas caricaturas esquemáti- cas que trazó mi padre y que aún cuelgan enmarca- das. Incontables veces acompañé al muy querido pintor Clavé: había vivido su infancia en un piso veci- no. En fin, más limpio y adecentado, pero casi todo permanece en su sitio, al igual que lo descubrí hacia 1957. Una delicia gracias a la mano sensible de Pepe, bisnieto de Casa Agustí.

Fuente: La Vanguardia. Lluís Permanyer. Jueves, 14 de Febrero de 2013